lunes, 27 de abril de 2015

VIRGEN DE MONTSERRAT



La Virgen de Montserrat, conocida popularmente como La Moreneta, es la patrona de Cataluña y una de las siete Patronas de las Comunidades Autónomas de España. La imagen se venera en el Monasterio de Montserrat, símbolo para Cataluña y un punto de peregrinaje para creyentes.
 
El 12 de Septiembre de 1881, el papa León XIII declaró oficialmente a la Virgen de Montserrat como patrona de las diócesis de Cataluña. Se le concedió también el privilegio de tener misa y oficios propios. Su festividad se celebra el 27 de abril.



HISTORIA
El culto de la Virgen de Montserrat se remonta más allá de la invasión de España por los árabes. La imagen, ocultada entonces, fue descubierta en el siglo IX. Para darle culto, se edificó una capilla a la que el rey Wifredo el Velloso agregó más tarde un monasterio benedictino.

Los milagros atribuidos a la Virgen de Montserrat fueron cada vez más numerosos y los peregrinos que iban hacia Santiago de Compostela los divulgaron. En Italia se han contado más de ciento cincuenta iglesias o capillas dedicadas a la Virgen de Montserrat, bajo cuya advocación se erigieron algunas de las primeras iglesias de México, Chile y Perú, y con el nombre de Montserrat han sido bautizados monasterios, pueblos, montes e islas en América.



APARICIÓN DE LA VIRGEN
Según  la leyenda, la primera imagen de la Virgen de Montserrat la encontraron unos niños pastores en el año 880. Tras ver una luz en la montaña, los niños encontraron la imagen de la Virgen en el interior de una cueva. Al enterarse de la noticia, el obispo de Manresa intentó trasladar la imagen hasta esta ciudad, pero el traslado fue imposible ya que la estatua pesaba demasiado. El obispo lo interpretó como el deseo de la Virgen de permanecer en el lugar en el que se la había encontrado y ordenó la construcción de la ermita de Santa María, origen del actual monasterio.
 
 

LA TALLA DE LA VIRGEN
La imagen es una talla románica del siglo XII realizada en madera de álamo.
 
Representa a la Virgen con el niño Jesús sentado en su regazo y mide unos 95 centímetros de altura De acuerdo con el estilo románico, la figura es delgada, de cara alargada y delicada expresión. Una corona descansa sobre la cabeza de la Virgen y otra adorna la cabeza del Niño Jesús, que está sentado en sus piernas.  Tiene un cojín que le sirve de banquillo para los pies y ella está sentada en un banquillo de patas grandes, con adornos en forma de cono.

El vestido consiste en una túnica y un manto de diseño dorado y sencillo. La cabeza de la Virgen está cubierta por un velo que va debajo de la corona y cae ligeramente sobre los hombros. Este velo también es dorado, pero lo realzan diseños geométricos de estrellas, cuadrados y rayas, acentuadas con sombras tenues. La mano derecha de la Virgen sostiene una esfera que simboliza el universo mientras la izquierda se extiende hacia adelante con un gesto gracioso. El Niño Jesús está vestido de modo similar con excepción del velo. Tiene la mano derecha levantada dando la bendición mientras que en la mano izquierda sostiene una piña.
 
El rostro y la cabeza del Niño Jesús fueron retocados en época posterior y muestran un estilo naturalista ajeno del todo a las imágenes románicas.
 

Con excepción de la cara y de las manos de María y el Niño, la imagen es dorada. Las carnaciones son de color negro, lo que le ha dado el apelativo popular de La Moreneta.  Aunque la talla es mayoritariamente del siglo XII, tanto  el Niño Jesús como las manos actuales de la Virgen son un añadido del siglo XIX.


 
La estatua está ubicada en lo alto de la pared de una alcoba que queda detrás del altar principal. Directamente detrás de esta alcoba y de la estatua se encuentra un cuarto grande, llamado el Camarín de la Virgen. Este camarín puede acomodar a un grupo grande de personas, y desde allí se puede rezar junto al trono de la Stma. Madre. A este cuarto se llega subiendo una monumental escalera de mármol, decorad con entalladuras y mosaicos.
 

La Virgen de Montserrat fue la primera imagen mariana de España en recibir la Coronación Canónica ya en 1881, seguida de la Virgen de la Merced, Virgen de la Candelaria, la Virgen de los Reyes y la Virgen de la Misericordia.
  
El nombre de Montserrat, catalán, se refiere a la configuración de las montañas en donde se ubica su monasterio. Las piedras allí se elevan hacia el cielo en forma de sierra. Monte+sierra: Montserrat. Virgen de gran estima por considerarla gran tesoro religioso y gran valor artístico.



 
 
 


Oh Madre Santa, Corazón de amor, Corazón de misericordia,
que siempre nos escucha y consuela,

 atiende a nuestras súplicas.
 Como hijos tuyos, imploramos tu intercesión ante
tu Hijo Jesús.
¡Qué consuelo saber que tu Corazón está siempre abierto
para quienes recurren a ti!
Confiamos a tu tierno cuidado e intercesión a nuestros
seres queridos y a todos los que se sienten
enfermos, solos o heridos.
Ayúdanos, Santa Madre,

a llevar nuestras cargas en esta vida
hasta que lleguemos a participar de la gloria eterna

 y la paz con Dios.
Nuestra Señora de Montserrat,
ruega por nosotros.
Amén 


 

viernes, 24 de abril de 2015

SAN BENITO MENNI

SAN BENITO MENNI




El 11 de marzo de 1841 nace en Milán (Italia), del matrimonio formado por Luis Menni y Luisa Figini siendo el quinto de 15 hermanos.
 
Su nombre de Ángelo Hércules Menni. Fue un joven diferente a los jóvenes de su época, era sobrio, sociable en su juventud.
Estudió en la Universidad de Milán y trabajó como funcionario de una banco de su ciudad.
 
 
 
Junto al humus familiar, que marca la vida de cualquier hombre, cuatro episodios intervienen en su decisión de hacerse Hermano de San Juan de Dios:
 

- Unos ejercicios espirituales a los 17 años
- Los consejos de un ermitaño de Milán
- Su oración diaria ante un cuadro de la Virgen
- El ejemplo de los Hermanos de San Juan de Dios atendiendo a los soldados heridos que llegaban a la estación de Milán procedentes de Magenta, servicio que el mismo Menni practicó.

 
 

Ingresó en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en 1860, cambiando su nombre de Ángel Hércules, impuesto en su bautismo, por el de Benito.

Cursó los estudios filosóficos y teológicos primero en el Seminario de Lodi y luego en el Colegio Romano (Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado sacerdote en 1866.
 

Pío IX le encomendó la compleja misión de restaurar en España la extinguida Orden Hospitalaria, tarea que inició en 1867.
A la restauración de la Orden en España siguió también, a finales del siglo XIX la restauración de la misma Orden en Portugal y, a principios del siglo XX, en México. El 31 de mayo de 1881 fundó la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús.
 
Fue un hombre de caridad inagotable y de excepcionales dotes de gobierno. A su muerte, acaecida en Dinán (Francia) el 24 de abril de 1914, había creado 22 grandes centros entre asilos, hospitales generales y hospitales psiquiátricos. Sus restos descansan en la Casa-madre de Ciempozuelos, Madrid,  donde había instalado el Hospital Psiquiátrico de San Juan de Dios y donde fundó el primer centro de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús.
 
El 23 de junio de 1985 fue declarado beato por el Papa Juan Pablo II y el 21 de noviembre de 1999 lo canonizó, acto por el que se reconoció ante la Iglesia su santidad, que vivió en grado extraordinario.

 
 
 

 
 
 
Benito Menni,
brindó su vida entera
 a la humanidad.
Por ella y por su bien
empeñó su vida entera.

 



 

jueves, 9 de abril de 2015

CIRIO PASCUAL. 2ª PARTE


EL CIRIO PASCUAL. IMAGEN DE CRISTO RESUCITADO
II PARTE



 

EL CIRIO EN EL BAUTISMO Y LAS EXEQUIAS
El vínculo entre el Cirio y el Bautismo se prolonga más allá de la Vigilia Pascual. El Cirio estará presente en la celebración bautismal, ya que nos recuerda que al ser injertados en el propio Cristo por el primero de lossacramentos somos convertidos en hijos de la luz (cf. Lc 16,8). A los padres y padrinos -en el caso del Bautismo de un infante-, o solo al padrino -si es un adulto[4] se les entrega una pequeña vela cuya luz proviene del Cirio, acompañada de la siguiente oración:
Que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz. Y perseverando en la fe, puedan salir con todos los Santos al encuentro del Señor[5].
Este pequeño gesto propició que ya desde la antigüedad el cristiano fuera denominado "iluminado", porque participa de la luz y vida que proviene del Sol que nace de lo alto (Lc 1,78)[6. El Catecismo de la Iglesia Católica nos lo explicará de la siguiente manera:
Este baño de regeneración es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado. Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, tras haber sido iluminado, se convierte en hijo de la luz y "luz" él mismo (Ef 5,8) (n. 1216).


Como el propio Catecismo nos recuerda, el cristiano es llamado a la tarea de iluminar al mundo que yace en tinieblas, pues para eso ha recibido la luz pascual. El fiel es luz para los demás; el mismo Señor nos dice: Vosotros sois la luz del mundo (..), brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5,14.16).
La gracia bautismal, que tiene origen en la luz proveniente del mismo Resucitado tendrá una dimensión escatológica clara que se pondrá de evidencia en las exequias del bautizado, tan vinculadas al propio Bautismo. Al inicio de la celebración exequial, cuando el cadáver es colocado junto al altar, el ministro pronuncia la siguiente oración a la vez que enciende el Cirio:
Junto al cuerpo, ahora sin vida, de nuestro hermano, encendemos, oh Cristo Jesús, esta llama, símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado; que el resplandor de esta luz ilumine nuestras tinieblas y alumbre nuestro camino de esperanza, hasta que lleguemos a ti, oh Claridad eterna [7] .
En esta oración encontramos, de modo explícito, la identificación simbólica del Cirio como cuerpo del Cristo glorioso y resucitado, del cual participamos desde la recepción del agua bautismal en la cual estará presente el Cirio pascual.
A MODO DE CONCLUSIÓN
El Cirio pascual es uno de los signos más evocadores de toda la liturgia cristiana. Su asimilación al propio cuerpo de nuestro Señor, muerto y resucitado desde su bendición en la Vigilia Pascual, lo convertirá en elemento central en todas las celebraciones que tendrán lugar en el tiempo pascual. Asimismo, estará presente en los momentos esenciales de la vida de todo cristiano pues está vinculado a los sacramentos de iniciación cristiana y a la misa exequial del fiel fenecido. Su contemplación durante las diversas reuniones litúrgicas en la Pascua que estamos celebrando ha de ayudarnos a penetrar el misterio del Resucitado, vencedor de la muerte y de la salvación de cada uno de nosotros.








[1] Cf. Hernando de Talavera (atribuido), Memoria de nuestra redención, Valladolid, 12 de junio de 1497, [Biblioteca Nacional de Portugal, Inc/579], ff. 11v-12. Para comprender más sobre el unicornio: M. García Fernández, «La evolución de la leyenda del unicornio en la baja edad media», en J. M. Lucía Mejías (ed.), Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (Alcalá de Henares, 12-16 de septiembre de 1995), Tomo I, Alcalá 1997, 639-652.
[2] Ritual del bautismo de niños, Barcelona: Coeditores litúrgicos 2003, n. 123.
[3] Misal Romano, 362.
[4] Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, Barcelona: Coeditores litúrgicos 1997, n.265.
[5] Ritual del bautismo de niños, n. 131.
[6] Para comprender el bautismo como iluminación remitimos a A. G. Martimort, Los signos de la Nueva Alianza, Salamanca: Sígueme 1964, 179-180.
[7] Ritual de exequias, Barcelona: Coeditores litúrgicos 2002, 618.

 





lunes, 6 de abril de 2015

EL CIRIO PASCUAL. 1ª PARTE



EL CIRIO PASCUAL. IMAGEN DE CRISTO RESUCITADO
I PARTE

 
El Cirio pascual es imagen de Cristo glorioso y resucitado. Como elemento esencial en la Vigilia Pascual nos acompañará durante todas las celebraciones del tiempo de pascua y en momentos claves de nuestra vida cristiana: en los sacramentos de iniciación cristiana o en el Bautismo, si lo recibimos siendo infantes, y en nuestra última eucaristía, pues con su encendido comienza la misa exequial del fiel difunto. Por tanto, su comprensión simbólica será importante para entender la dimensión pascual de la vida cristiana.



LA VIGILIA PASCUAL y EL CIRIO
La solemne Vigilia Pascual comienza con el Lucernario, que consiste en la bendición del fuego y la preparación del Cirio. La inclusión de este rito tiene un origen muy antiguo, probablemente, en Jerusalén ya en el siglo IV, según nos testimonia la virgen hispana Egeria en su peregrinación a Tierra Santa. Posteriormente se fue difundiendo por toda la cristiandad, comenzando en el Norte de Italia, las Galias y España durante el siglo V y VI, para acogerlo más tarde la liturgia de Roma. Al Lucernario se le fueron añadiendo otros elementos como la bendición del fuego o los granos de incienso incrustados en el propio Cirio.


Actualmente, en la liturgia romana este es el único Lucernario que se incluye dentro de la celebración litúrgica. Se identificará así a la luz con el propio Cristo; cuando el sol cósmico ya no alumbra, se nos recuerda que siempre somos iluminados por el Señor, luz del mundo, que disipa nuestras tinieblas; este será uno de los principales significados del Cirio pascual.


Tras la bendición del fuego, se inician los diferentes ritos en el propio Cirio, lo que lo convierte en parte integrante y esencial de la celebración que culmina el Triduo Sacro. En primer lugar en él se graba una cruz con un punzón, a menos que el Cirio la lleve ya grabada. Dicho dato es importante pues une la Pasión, celebrada el Viernes Santo, con la resurrección gloriosa, que se actualiza en la Vigilia, como también harán los granos de incienso que pueden ser incrustados, como veremos a continuación; de esta forma, la cruz queda convertida en el signo identificativo del cristiano. Es interesante profundizar en cada una de las oraciones que el sacerdote pronuncia al trazarla, así como las que reza mientras graba las letras griegas alfa –sobre el trazo vertical– y omega –debajo del trazo vertical–: en el tramo vertical, Cristo ayer y hoy; en el tramo horizontal, principio y fin; sobre el trazo vertical, alfa; bajo el trazo vertical, omega. Asimismo, hará una incisión en la cera de modo que se identifiquen cada uno de los números del año en curso orando lo siguiente: Suyo es el tiempo (mientras cincela el primer número del año en el ángulo izquierdo superior de la cruz); y la eternidad (el segundo número se estampará en el ángulo derecho superior); A él la gloria y el poder (tercer número en el ángulo izquierdo inferior de la cruz); por los siglos de los siglos. Amén (cuarto número en el ángulo derecho inferior). Todas estas pequeñas oraciones, al igual que el propio gesto, están describiendo que Cristo sufriente y muerto en la cruz, por su resurrección, ha sido constituido Señor de la historia, por lo que trocará el tiempo antiguo en nuevo, de modo que la realidad se convierte en Historia de Salvación. El tiempo pascual que inaugura la Vigilia nos recuerda que Cristo es la eterna novedad que recrea todas las cosas, el Principio y el Fin (Ap 21 5-6). El tiempo para el cristiano ya no es visto como el del antiguo Cronos pagano, que devoraba a sus hijos, sino que es una oportunidad para ser insertados en la nueva vida que Cristo nos da; esta es la razón por la que en el Cirio pascual, imagen del resucitado, sea inscrito el año en curso. Cada vez que nos acerquemos a la iglesia a contemplarlo, recordaremos que el Resucitado nos da una vida.



Acabada la incisión del signo de la cruz, de las letras griegas y del año en curso, el Misal Romano ofrece, como potestativo, el poder incrustar cinco granos de incienso en el propio Cirio, tradición que tuvo su origen en las Galias en el siglo X. Cada uno de ellos irá acompañado por las siguientes palabras: Por sus llagas; santas y gloriosas; nos proteja; y nos guarde; Jesucristo nuestro Señor. Amén. El incienso se convierte así en imagen de las llagas gloriosas de Cristo, el cual no quiere prescindir de ellas tras su resurrección (Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo –Lc 24, 39–). Como ya hemos señalado, la Iglesia quiere, tanto con la incisión de la cruz como con el signo del incienso, manifestar la unidad del Triduo Pascual desde el Jueves Santo hasta la celebración de las vísperas en la tarde del Domingo de Resurrección; el mismo que fue clavado en la cruz es el que ha resucitado.

El ministro, tras haber preparado el Cirio, lo enciende con el nuevo fuego bendecido, diciendo las siguientes palabras: La luz de Cristo, que resucita glorioso disipe las tinieblas del corazón y del espíritu. Desde este momento, se convierte en un auténtico sacramental, pues será la imagen de Jesús que nos dice: el que me sigue no camina en tinieblas (Jn 8,12).
A continuación, el diácono o el propio sacerdote toma el Cirio en sus manos y tras él todos van en procesión hacia el interior de la iglesia. De esta manera quedará patente el simbolismo del Cirio pascual como imagen de Cristo.
Se evoca así el nuevo éxodo hacia la tierra prometida, pero ya conquistada; del mismo modo que los hijos de Israel durante la noche eran guiados por una columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo resucitado.
La procesión tendrá tres momentos importantes, todos ellos marcados por el canto por parte del ministro de la aclamación: Luz de Cristo, a la que los fieles responderán exclamando: Demos gracias a Dios, o bien, Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste inmortal, santo y feliz Jesucristo. La primera de ellas, junto al fuego; la segunda, en la puerta del templo y la tercera a los pies del altar. En la puerta de la iglesia, de la nueva luz que alumbra desde el Cirio, fieles encenderán las pequeñas velas que portan en sus manos, a imagen de la Esposa que espera la vuelta gloriosa de su Señor, el auténtico Esposo (Mt 25,1-13) que nos llama al banquete de bodas.


Los fieles, con sus lámparas encendidas, serán imagen de la Iglesia que peregrina como, el auténtico pueblo de Israel, hacia los nuevos cielos y tierras que nos ha ganado el Señor (cf. Ex 13, 21-22).


Después el Cirio se depositará en un conveniente candelabro colocado junto al ambón y, tras su incensación, tendrá lugar el canto del Exsultet, donde al Cirio confeccionado con cera de abeja se le otorgará un papel determinante. Será concebido como elemento cosmológico, al vincularlo a las lumbreras del cielo, y escatológico, pues como imagen también de la Iglesia expectante debe estar encendido esperando el retorno definitivo de nuestro Señor en la parusía.
Aunque es potestativo, el Cirio puede ser llevado en procesión hasta el baptisterio en la bendición del agua bautismal para ser introducido una o tres veces, en el momento en el que se pide al Padre que envíe al Espíritu Santo por el Hijo resucitado, sobre el agua en la que van a ser regenerados los nuevos cristianos. Con esta acción simbólica se nos recuerda que Cristo ha venido a transformarnos, y para ello ha santificado las aguas en las que somos bautizados.
Creemos que vale la pena hacer mención de una descripción del siglo XV narrada en un texto atribuido al confesor de la reina Isabel la Católica, el jerónimo fray Hernando de Talavera, que lleva por título Memoria de nuestra redención. En ella, tomando como referencia un texto de la antigüedad clásica –el De naturis rerum de Plinio–, se describe cómo se pensaba que el cuerno del mitológico unicornio era capaz de sanar las aguas emponzoñadas. El autor medieval identificaba al imaginario animal con Jesucristo, de tal forma que, al descender al agua del Jordán, sanaba las aguas naturales para que concibieran el poder de santificarnos. Esta imagen alegórica, de claro sabor medieval, nos sirve para comprender el signo de introducir en el agua el Cirio, pues al ser identificado con el mismo Cristo se le confiere el don de sanar las aguas.

 La misma idea también la encontraremos en la bendición del agua para los bautizos, donde se pide que el ministro celebrante introduzca la mano derecha en el agua, como se hace con el Cirio en la Vigilia Pascual.
El Cirio iluminará, desde esta noche santa de la Vigilia, todas las celebraciones litúrgicas que tendrán lugar durante el tiempo de Pascua, tanto las sacramentales como las de la Liturgia de las Horas. De esta manera, se resaltará el tono “mistérico” de la presencia del Resucitado durante este tiempo litúrgico. El Misal advertirá que acabado el tiempo de Pascua se apaga el Cirio pascual, que es conveniente colocar en un lugar digno del bautisterio. Puesto que la Pascua concluye con las vísperas del día de Pentecostés, puede ser significativo concluir su rezo con el solemne apagado del Cirio pascual.

miércoles, 1 de abril de 2015