miércoles, 18 de septiembre de 2013

HOMILIA TRIDUO EN HONOR DEL SANTÍSIMO CRISTO DEL CONSUELO

TRIDUO EN HONOR 
DEL SANTÍSIMO CRISTO DEL CONSUELO 
EN SEVILLA LA NUEVA



Queremos agradecer a D.Fernando Agudo Maroto, Párroco de la Iglesia de Aldea del Fresno, la Homilía del Triduo en Honor a nuestro Santísimo Cristo del Consuelo de Sevilla la Nueva. Sencilla, clara, directa, muy fácil de entender, y de poner en práctica, ha llegado hasta el corazón de cada uno de  los Sevillanovenses, y desde nuestra parroquia queremos dar las gracias por su homilía dedicada a nuestro Cristo del Consuelo. Gracias querido amigo.



"¡Qué dicha y qué delicia cuando viven unidos los hermanos!". Así comienza uno de los salmos, que, año tras año, con el gozo del reencuentro, cantaban los judíos en sus peregrinaciones a Jerusalén. Llegar a Jerusalén, estar en el Templo del Señor, les hacía explotar de alegría, cantar y danzar porque sus ilusiones y esperanzas se veían colmadas. ¿Qué mayor gozo que estar todos unidos en el templo del Señor? El Señor es la causa de la alegría, la causa de la fiesta.

"¡Qué dicha y qué delicia cuando viven unidos los hermanos!". Esto, también, lo podemos decir nosotros ahora, aquí, porque hemos venido para estar con el Santísimo Cristo del Consuelo, haciendo este triduo y preparándonos para su fiesta.

Hemos cantado muchas veces: ¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!".  Estad alegres, llenad de gozo vuestros corazones, estáis en la Casa del Señor, estáis junto a la imagen que más queréis de vuestro pueblo, el principal de la fiesta que habéis preparado, vuestra seña de identidad, estáis junto a vuestro Santísimo Cristo del Consuelo que, con este triduo, está ya recibiendo las muestras de vuestro amor. El día de su fiesta será el gran estallido de todo un año lleno de actos de amor a vuestro Cristo del Consuelo, de toda una vida en la que no pasa un solo día sin acordaros, sin encomendaros, sin dirigiros a Él. El trono de su cruz estará bellamente adornado, pero lo que debe estar verdaderamente adornado es el trono de vuestros corazones, donde está colocado, desde siempre, desde pequeños, el Santísimo Cristo del Consuelo.


El amor al Santísimo Cristo del Consuelo es una rica herencia que habéis recibido de vuestros antepasados. ¡Cuántos ojos habrán contemplado al Santísimo Cristo del Consuelo! ¡Cuántas oraciones se habrán dirigido al Santo Cristo, con fe, pidiendo ayuda, amparo, consuelo, protección! El Santísimo Cristo del Consuelo ha sido testigo de la via de este pueblo, de vuestra historia, de vuestras alegrías y tristezas, de vuestros problemas, de vuestros avances y retrocesos, de vuestra fe, esperanza y caridad. El Santo Cristo ha visto pasar bajo su cruz a numerosas generaciones de habitanes de Sevilla la Nueva, las ha acogido el día de su bautismo, las ha guiado como buen pastor, en Él siempre habrán encontrado apoyo, descanso, seguridad. Ha sido partícipe de todos los momentos, tantos felices como tristes, de la vida de cada habitante de Sevilla la Nueva y él ha sido quien al cerrarse sus ojos a la luz de este mundo, los ha amparado para que pudieran gozar de la luz definitiva del reino de los cielos. Este Cristo, hoy, sigue siendo testigo de vuestra vida y de vuestra historia y os sigue diciendo desde su cruz: "¡Ánimo, yo he vencido al mundo, yo reino desde esta cruz, yo os cuido y consuelo y estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos!". Mientras sigáis mirando, amando y escuchando al Cristo del Consuelo nada habréis de temer, estaréis protegidos, estaréis salvados.

Esta herencia recibida no se debe nunca perder, es una de vuestras principales raíces. Aunque los tiempos cambien y se renueven las generaciones, la tradición permanece, debéis seguir siendo fieles a ella y no dejarla morir por modas pasajeras. Renovarla y fortalecerla, sí; debilitarla y perderla, no. Apenas un niño nace, ya le tenéis que hablar del Cristo del Consuelo, hacerle ver que no será un buen ciudadano de Sevilla la Nueva, si no ama al Cristo del Consuelo, que no tendrá buenos sentimientos si no tiene los sentimientos de Cristo, que no contribuirá a la construcción espiritual y moral del pueblo, si da la espalda a este Cristo. 

Si Sevilla la Nueva ha crecido en torno al Cristo del Consuelo, dejar de quererle, dejar de visitarle y rezarle, dejarle a un lado, no llevarle en el corazón y construir la vida al margen del Evangelio, es como construir una casa sobre arena, cuando vengan los vientos y las lluvias se derrumbará y será grande la ruina. Sevilla la Nueva crecerá en los valores que dignifican, humanizan y hacen religiosa la vida, si es capaz, como Pedro, de decir siempre al Cristo del Consuelo: "Señor, ¿a quién vamos a acudir, si tu solo tienes palabras de vida eterna, si tu eres la luz del mundo, si tu eres la resurrección y la vida?". 


Qué alegría da, cuando llegue el gran día de la fiesta, ver en la Iglesia a distintas generaciones, unidas ante la imagen de su Cristo. Da alegría cuando pasáis al lado de la Iglesia y pensáis: "Ahí está mi Cristo del Consuelo, ahí está mi protector". 

Qué seguros os debéis de sentir, sabiendo que Él, no duerme, que está pendiente del enfermo, del anciano a quién nadie valora, del adolescente que está hecho un lío y que nadie le comprende, del joven que mata su aburrimiento con la droga, o con una copa de más y luego se pone al volante del coche, del que empieza a enamorarse o del que su amor está en peligro, del que trabaja o está en el paro, del niño que llora por las noches o juega en la plaza, de la mujer cuyo trabajo silencioso y duro nadie reconoce, de los que gobiernan y cuidan del pueblo para que sean servidores y buenos administradores, del sacerdote que se desvela por enseñar el evangelio que Él predicó y sueña con hacer una comunidad cristiana que influya en la marcha del pueblo. Qué seguros os debéis de sentir porque el Cristo del Consuelo nunca os dará la espalda y, aunque os olvidéis de Él, Él nunca se olvidará de vosotros.

Pero también debéis saber que Él os está diciendo que "Todos sois hermanos, hijos del Padre que está en el cielo". Por eso entre hermanos tiene que estar presente una única realidad: el Amor. Entre hermanos tiene que ser posible arreglar todos los problemas. Los hermanos pueden distanciarse, pero saben que están llamados a la proximidad; pueden llegar a enfadarse, pero están llamados a la reconciliación; pueden sentir la tentación del egoísmo, pero están llamados a la caridad; pueden equivocarse, pero entre todos deben buscar la verdad; pueden insultarse, pero deben, por encima de todo, perdonarse. El Cristo del Consuelo os está diciendo que todos estáis llamados a vivir la fraternidad, a amaros de verdad, porque no podéis seguirle, hacer una fiesta, sin imitarle. E imitarle en el amor, es lo que más le agrada a vuestro Cristo.


Contemplar a Cristo en la cruz es llenarse de optimismo y esperanza, porque, el que está clavado en ella, está dando su propia vida para que el mundo tenga vida. Gracias a esa muerte y a la resurrección, el creyente puede proclamar, con alegría, que ha sido salvado. Por eso, no se puede permitir que triunfen el egoísmo y el odio en las personas que han sido salvadas.

Contemplar a Cristo en la cruz es entender lo que significa la fidelidad: entrega generosa y desinteresada. Así tiene que ser un discípulo de Cristo.

Contemplar a Cristo en la cruz es entender lo que es la solidaridad: compartir. Cristo es el ser solidario por excelencia, que comparte el dolor, el sufrimiento y la muerte del hombre para que el hombre pueda compartir con él la resurrección.

La cruz de Cristo no es un signo de poder, sino de servicio. Cristo reina sirviendo al hombre, sobre todo al más necesitado. Cristo en la cruz es la culminación de una vida entregada a los demás, de la generosidad y el perdón sin límites.

Así tienen que ser los que aman al Santísimo Cristo del Consuelo: optimistas, llenos de esperanza, fieles, solidarios, dispuestos al servicio, a la entrega, a la generosidad y al perdón.


Que el Santísimo Cristo del Consuelo os mantenga unidos como hermanos, que os de fuerzas para anunciar y hacer presente el reino de Dios en el mundo, que os de caridad para que reine entre vosotros el amor, que os consuele en vuestras tribulaciones y, por supesto, os haga pasar unas fiestas alegres y felices. Así sea.


Fernando Agudo Maroto
Párroco de Aldea del Fresno