El Día de la Ascensión es una celebración de caracter Universal en la Iglesia, que se celebra cuarenta días después del domingo de Resurrección (durante el Tiempo Pascual), y conmemora la Ascensión de Jesucristo al cielo en presencia de sus discípulos tras anunciarles que les enviaría el Espíritu Santo.
Cristo ascendió en forma
física al Cielo tras su Resurrección en presencia de sus Apóstoles. "Ascender al cielo" es la unión física con Dios Padre y no
una transformación espiritual del individuo. .
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR EN LA VIDA DEL CRISTIANO
El Señor Jesús
después de aparecerse a sus discípulos fue elevado al cielo.
Este acontecimiento marca la transición entre la gloria
de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del
Padre. Marca también la posibilidad de que la humanidad
entre al Reino de Dios, como tantas veces lo anunció Jesús.
En la representación de la Ascensión, es muy habitual que en la composición de la escena se represente la
dualidad de planos: espiritual arriba y terrenal abajo.
De esta forma, la Ascensión del Señor se integra
en el Misterio de la Encarnación, que es su momento conclusivo.
La Ascensión de Cristo, es
también el punto de partida, para comenzar a ser testigos
y anunciadores de Cristo exaltado, que volvió al Padre
para sentarse a su derecha. El Señor glorificado continúa
presente en el mundo, por medio de su acción en los que
creen en su Palabra, y dejan que el Espíritu actúe
interiormente en ellos.
El mandato de Jesús es claro
y vigente: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
a toda la creación". Por ello, la nueva presencia
del Resucitado en su Iglesia hace que sus seguidores constituyan
la comunidad de vida y de salvación.
La Ascensión de Cristo al
cielo, no es el fin de su presencia entre los hombres, sino el
comienzo de una nueva forma de estar en el mundo. Su presencia
acompaña con signos, la misión evangelizadora de
sus discípulos.
La comunidad pospascual necesitó de un tiempo para reforzar
su fe incipiente en el Resucitado.
La Ascensión es el
fin de su visibilidad terrena, y el inicio de un nuevo tipo de
presencia entre nosotros.
San Lucas, después de escribir
su Evangelio, emprende también con la inspiración
divina la tarea de redactar algo de lo que ocurrió después
de que Jesús resucitara y subiera a los cielos. Es la
historia de los comienzos de la Iglesia, esos tiempos fundacionales
en los que el mensaje cristiano comienza a proclamarse como
una doctrina nueva y sorprendente que habría de transformar
al mundo entero. Así nos refiere que el Señor,
antes de subir al trono de su gloria y enviarles la fuerza avasalladora
del Espíritu, se les aparece una y otra vez durante cuarenta
días, para fortalecerlos en la fe y encenderlos en la
caridad, para animarlos con la más viva esperanza.
TOMA TU CRUZ
Con la Ascensión, el mandato
de Jesús cobra una fuerza singular; se comprende el valor
de la Pasión y la Muerte. La Cruz era la fuerza y la sabiduría de Dios. Desde ese
momento, se podía hablar de perdón y de conversión,
sin dudar del amor y del poder divino de Jesús.
Fue posible predicar la conversión, exhortar a los hombres para que se reconciliaran con Dios, lleno de misericordia.
Fue posible predicar la conversión, exhortar a los hombres para que se reconciliaran con Dios, lleno de misericordia.
Con la Ascensión
de Jesucristo el camino está abierto, y los feligreses
invitados a recorrerlo de la mano de Él.
LA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
"El Señor ha ascendido a los cielos para enviar al Paráclito al mundo. Los cielos le han preparado su trono, las nubes el carro sobre el cual ascender; se maravillan los ángeles viendo a un hombre por encima de todos ellos. El Padre recibe a aquél que, desde la eternidad, en su seno mora. Señor, cuando los apóstoles te vieron elevarte sobre las nubes, entre lágrimas, llenos de tristeza, ¡Oh Cristo! dador de vida, entre lamentos decían: ¡Oh Soberano!, no dejes huérfanos a tus siervos que tú, piadoso, has amado en tu tierna compasión: mándanos, como has prometido el Espíritu Santísimo para iluminar nuestras almas".
Concédenos, Dios Todopoderoso,
exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza,
porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra
victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra
cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros
de su cuerpo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.