martes, 14 de mayo de 2013

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

PENTECOSTÉS

 

Pentecostés (19/05/13), es la celebración de la venida del Espíritu Santo, cincuenta días después del Domingo de Resurrección. Dios nos envió su Espíritu sobre los Apóstoles para darles fuerza y ayudarlos a transmitir su mensaje. 

Con la llegada del Espíritu Santo nació la Iglesia, y con ella todas las personas que creemos en Jesús, y con la fiesta de Pentecostés se pone fin al Tiempo Pascual. 



El símbolo del Espíritu Santo es la Paloma, Lenguas de fuego y el viento. 

Los sacerdotes visten de rojo, símbolo de la presencia del Espíritu Santo.





En las narraciones sobre Pentecostés de Hechos de los Apóstoles (2,1-41) se le adjudica al Espíritu Santo, en congruencia con el Antiguo Testamento, características milagrosas (carismas): él ofrece valentía y libertad, posibilita la comprensión (glosolalia) y fortifica una comunidad universal.


Durante Pentecostés se celebra el descenso del Espíritu Santo y el inicio de las actividades de la Iglesia. Por ello también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo. En la liturgia católica es la fiesta más importante después de la Pascua y la Navidad. La liturgia incluye la secuencia medieval Veni, Sancte Spiritus.


EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA

En la Iglesia, Pentecostés es la confirmación de la promesa de Jesús: 
 



«Dentro de pocos días seréis bautizados en el Espíritu Santo».




 



Esto pone de manifiesto varios aspectos, entre los que se destacan:


* La unidad espiritual de todos los que recibieron el Espíritu de Jesús.
Un solo Cuerpo y un solo Espíritu [...]. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.
  
* La constitución de una comunidad abierta a todos los pueblos. Esto se ve simbolizado por el llamado milagro de Pentecostés: todos oían hablar a los Apóstoles en su propio idioma.

* Si alguién tiene el Espíritu de Jesús, realiza los mismos gestos de Jesús: anuncia la palabra de Jesús, repite la oración de Jesús; perpetúa en la fracción del pan la acción de gracias de Jesús, y vive unido con los demás creyentes.



El ESPÍRITU SANTO EN JESÚS

En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo aparece moviendo a Jesús durante toda su vida.
 
Fue Él quien cubrió el seno materno de María antes de que Jesús naciera . Más tarde, descendió de forma visible en el momento del bautismo de Jesús , y posteriormente lo condujo al desierto  para devolverlo luego a Galilea .


El primer sermón de Cristo comienza así: «El Espíritu del Señor está sobre mí» . De allí que el Espíritu Santo aparezca en la Biblia operando en la misma línea que Jesús.
 



La frase de Jesús: «Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os enseñará toda la verdad» (Juan 16:13) no se refiere tanto a noticias nuevas cuanto a una mayor profundización de la doctrina dictada ya por el Maestro. La función magisterial del Espíritu Santo se reducirá a la mayor iluminación de lo ya revelado, a la manifestación de elementos parciales, al descubrimiento de nuevos aspectos en las verdades ya poseídas, a la deducción de consecuencias, al asesoramiento en la aplicación de ciertas verdades a determinados sucesos. [...] He aquí el oficio del Espíritu de Cristo: dar testimonio de Cristo (Jn 15:26; 1 Jn 5:6).



 ¡Fiesta de Pentecostés! Jesús cumple su promesa y nos regala el don de los dones: El Espíritu Santo ¡Aleluya!


El Espíritu Santo es la fuerza, el motor, que mueve a la barca de la Iglesia, como un soplo de aire fresco que rejuvenece y empuja al Pueblo de Dios.

El Espíritu Santo es quien nos transforma en templos vivos de Jesucristo, para que seamos los adoradores, en espíritu y en verdad, que busca el Padre.

El Espíritu Santo es quien nos hace comprender, y vivir, las Palabras de Vida del Maestro.

El Espíritu Santo es quien nos va transformando de día en día en criaturas nuevas, conforme a la imagen de Jesús, el hombre perfecto.

El Espíritu Santo es quien adorna a su esposa, la Iglesia, de abundantes dones y carismas para la edificación del Cuerpo Místico de Cristo.
El Espíritu Santo, el amor del Padre y del Hijo, viviendo y morando en nosotros y nosotras.

El Espíritu Santo nos da testimonio de que somos hijos adoptivos de Dios por la fe en Jesucristo. Si nos dejamos conducir por Él, nuestra vida se irá configurando con Cristo, quien pasó por el mundo haciendo el bien, amando a los hermanos y hermanas, y haciendo la voluntad del Padre en todas las cosas.





Por eso no cesamos de pedir: ¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la tierra! Amén.