CARTA DEL OBISPO ANTE LA RETIRADA
DEL ANTEPROYECTO DE LA LEY DEL ABORTO
CLAUDICACIÓN
Queridos diocesanos:
La decisión del Gobierno de retirar el anteproyecto de ley para la protección de la vida del no nacido ha supuesto una claudicación del Partido Popular que me ha llenado de tristeza. El primer compromiso para la estabilidad democrática de un país es -en la búsqueda del bien común- dar respuesta a los compromisos adquiridos con los votantes. Esto es algo fundamental. Cuando un partido no cumple lo que promete, o peor aún, cuando, después de tener un anteproyecto de ley para dar respuesta a un compromiso, lo retira por cálculos electoralistas, no hace sino sembrar decepción, desconfianza e indignación. El Gobierno quiere justificar su decisión en la necesidad de buscar consenso. Pero esto no es más que una excusa. Lo que debe hacer un Gobierno es garantizar el bien de los ciudadanos a los que sirve, aunque esto suponga un desgaste o levante críticas interesadas. Además, la ley actual, que se aprobó durante el Gobierno de D. José Luis Rodríguez Zapatero, no buscó ningún consenso. Entonces hubo un consenso menor que en la actualidad.
Pero hay algo mucho más grave todavía en este asunto. Se trata de la defensa de los principios que son básicos para la convivencia y que son anteriores a las mismas leyes. En este caso se trata de la defensa de la vida humana. Y éste es un principio básico para la convivencia. Una sociedad que no respeta este principio está abocada al fracaso.
La Ley del aborto actualmente vigente y que, con la retirada de este anteproyecto de ley va a seguir en vigor, permite e incluso considera como un derecho el aborto libre, sin supuestos de ningún tipo, hasta las catorce semanas de gestación, y permite el aborto hasta el día antes del parto “cuando se detecte en el feto una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico”.
Estoy seguro de que hay muchos parlamentarios y gobernantes, católicos y no católicos, que sienten verdadera repugnancia ante una realidad como ésta. A ellos me atrevo a pedirles que no antepongan las decisiones de sus partidos a lo que su conciencia les dice. Les pido que sean leales a su conciencia y que, públicamente, como alguno ya lo ha hecho, levanten su voz ante esta terrible matanza de tantos seres humanos inocentes (en España, 100.000 cada año) y que promuevan una cultura de defensa de la vida y de la maternidad: una cultura que proteja y ayude a las mujeres para que vivan su embarazo con toda la protección legal, social y económica que merecen, y si alguna se encuentra en una situación difícil, que no se sienta sola y pueda encontrarse, en todo momento, acompañada y apoyada. Para una mujer, el aborto es el mayor de los fracasos, que quedará dolorosamente grabado para siempre en su corazón.
Hago mías aquí las palabras del Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” recogidas recientemente por la Conferencia Episcopal Española en su mensaje “En defensa de los más débiles”. Dice así: "entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana (...) quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo (...). No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana".
Asimismo, como también señala el Papa, hemos de hacer más "para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias".
Hagamos oír nuestra voz en la defensa de la vida y no consintamos con nuestro silencio que una situación tan injusta como la que vivimos se instale en nuestra sociedad por la negligencia y la claudicación de nuestros gobernantes y legisladores.
La decisión del Gobierno de retirar el anteproyecto de ley para la protección de la vida del no nacido ha supuesto una claudicación del Partido Popular que me ha llenado de tristeza. El primer compromiso para la estabilidad democrática de un país es -en la búsqueda del bien común- dar respuesta a los compromisos adquiridos con los votantes. Esto es algo fundamental. Cuando un partido no cumple lo que promete, o peor aún, cuando, después de tener un anteproyecto de ley para dar respuesta a un compromiso, lo retira por cálculos electoralistas, no hace sino sembrar decepción, desconfianza e indignación. El Gobierno quiere justificar su decisión en la necesidad de buscar consenso. Pero esto no es más que una excusa. Lo que debe hacer un Gobierno es garantizar el bien de los ciudadanos a los que sirve, aunque esto suponga un desgaste o levante críticas interesadas. Además, la ley actual, que se aprobó durante el Gobierno de D. José Luis Rodríguez Zapatero, no buscó ningún consenso. Entonces hubo un consenso menor que en la actualidad.
Pero hay algo mucho más grave todavía en este asunto. Se trata de la defensa de los principios que son básicos para la convivencia y que son anteriores a las mismas leyes. En este caso se trata de la defensa de la vida humana. Y éste es un principio básico para la convivencia. Una sociedad que no respeta este principio está abocada al fracaso.
La Ley del aborto actualmente vigente y que, con la retirada de este anteproyecto de ley va a seguir en vigor, permite e incluso considera como un derecho el aborto libre, sin supuestos de ningún tipo, hasta las catorce semanas de gestación, y permite el aborto hasta el día antes del parto “cuando se detecte en el feto una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico”.
Estoy seguro de que hay muchos parlamentarios y gobernantes, católicos y no católicos, que sienten verdadera repugnancia ante una realidad como ésta. A ellos me atrevo a pedirles que no antepongan las decisiones de sus partidos a lo que su conciencia les dice. Les pido que sean leales a su conciencia y que, públicamente, como alguno ya lo ha hecho, levanten su voz ante esta terrible matanza de tantos seres humanos inocentes (en España, 100.000 cada año) y que promuevan una cultura de defensa de la vida y de la maternidad: una cultura que proteja y ayude a las mujeres para que vivan su embarazo con toda la protección legal, social y económica que merecen, y si alguna se encuentra en una situación difícil, que no se sienta sola y pueda encontrarse, en todo momento, acompañada y apoyada. Para una mujer, el aborto es el mayor de los fracasos, que quedará dolorosamente grabado para siempre en su corazón.
Hago mías aquí las palabras del Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” recogidas recientemente por la Conferencia Episcopal Española en su mensaje “En defensa de los más débiles”. Dice así: "entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana (...) quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo (...). No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana".
Asimismo, como también señala el Papa, hemos de hacer más "para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias".
Hagamos oír nuestra voz en la defensa de la vida y no consintamos con nuestro silencio que una situación tan injusta como la que vivimos se instale en nuestra sociedad por la negligencia y la claudicación de nuestros gobernantes y legisladores.
+ Joaquín María. Obispo de Getafe.
Getafe, 30 de Septiembre de 2014